Ramón Puigoriol
(1967)
Cargo:
Propietario de Ferretería Barcelona y ferreteria.es
Lugar de nacimiento:
Barcelona
Los otros finalistas:
«Internet me apasiona. Conseguir el dominio ferreteria.es fue una suerte y tenerlo es un orgullo».
A punto de cumplir 50, nació el 15 de agosto de 1967, Ramón Puigoriol se ha visto sorprendido por la nominación al Premio Txema Elorza. “Creía que se nominaba a personas más mayores y con más trayectoria”.
La trayectoria de Ramón, sin embargo, se remonta a principios del siglo 20, cuando su bisabuelo Ramón monta una ferretería en la barcelonesa calle Urgell. Hereda la ferretería su abuelo paterno, que muere cuando su padre, también Ramón, tiene solo 6 años. “Mi padre lo tuvo muy difícil, porque dos años después muere su madre. Crece en la ferretería, que lleva con su hermano y cuando se casa, su mujer, –la madre de Ramón–, también entra en la ferretería a llevar la sección de menaje”.
Familia de ferreteros
Son 117 años de historia los que contemplan a Ramón Puigoriol. “Mi padre nació en el altillo de la ferretería de Urgell, donde vivía con los abuelos, llevamos la ferretería en las venas. Mi recuerdo, de muy pequeño, es andar por la tienda entre tornillos y ollas”. Sus hermanos Ricard y Margarita también trabajan en la ferretería familiar.
Cuando empiezan a crecer los hijos, su padre y su tío se separan amistosamente y emprenden proyectos paralelos, así que en la familia ferretera Puigoriol también hay que incluir a los primos de Ramón, que cuentan con varias tiendas en diferentes barrios de Barcelona.
En este contexto, llama la atención que Ramón decida dejar la ferretería familiar para estudiar económicas y empresariales –es Licenciado en Ciencias Empresariales por la UNED y licenciado en Ciencias Económicas por el INEDE– y se coloca en la Caixa del Penedés, donde desarrolla una exitosa carrera desde los 23 y durante 10 años, en la central de Vilafranca del Penedés, en el departamento de compañías de seguros, donde llega a ocupar la subdirección general de la gestora de fondos de inversión y a ser el consejero más joven de la entidad.
“Entré en la caja de la mano de un profesor mío de matemáticas financieras y aprendí mucho en esos años. Creamos un grupo de compañías y fondos de inversión y fuimos la primera entidad de fondos de España que creó un seguro vinculado al IBEX. Era tan novedoso que tuvimos que presentárselo en el ministerio al director general de seguros y explicarle en qué consistía”.
Con 20 años conoció a la que será su futura mujer Cristina dándole clases de vela, “trabajaba los veranos para obtener ingresos y, al final, lo que realmente conseguí fue conocer una mujer fantástica” –años más tarde iniciaron la relación–, con la que está “casadísimo” desde los 30. Y tienen tres hijos; Pau, que ahora tiene 12 años; Max, que tiene 11; y Mariona, de 7.
“Mi trabajo, que requiere muchas horas, y el de mi mujer –abogada y directora del departamento legal en KPMG-, nos obliga a echar mano de los abuelos para compartir el llevarlos y recogerlos del cole, las actividades extraescolares, etc. Yo los llevo todos los días al cole y los recojo los miércoles, Cristina los jueves y, el resto, los abuelos”. Coincidimos en que a los abuelos habría que hacerles un monumento.
Cambio radical
Cuando su padre llega a la edad de jubilación le propone incorporarse a la empresa familiar y hacerse cargo del negocio, con su hermano Ricard. Hablan entre ellos y decide dejar la banca para acometer un ambicioso proyecto de crecimiento y expansión de la ferretería familiar.
“Algunos amigos y compañeros pensaron que me había vuelto loco. Yo tenía un cargo importante, un buen sueldo y una buena proyección profesional en Caixa del Penedés, pero debe ser que llevaba dentro el gusanillo de la ferretería y decidí aceptar la propuesta de mi padre que, tengo que decir que, desde el mismo momento de la jubilación, nos dejó dirigir el negocio. Nos pidió que le permitiéramos seguir yendo a la ferretería de Urgell y, hoy, con 85 años va cada día a la tienda y ayuda en lo que le piden”.
Con 33 años, su bagaje profesional en el ámbito financiero y los genes ferreteros bulléndole a tope, Ramón Puigoriol se comía el mundo. “Mi plan era abrir en pocos años una decena de ferreterías en los emplazamientos más idóneos de Barcelona, en las mejores calles de cada barrio y cerca de los mercados. El país marchaba viento en popa y yo veía oportunidades por todas partes. Ahora me hace más ilusión desarrollar ferreterria.es que abrir más tiendas, aunque no lo descarto, si se presenta una buena oportunidad”.
Primero, ampliaron la tienda de Urgell. “Junto a mi hermano Ricard montamos una ferretería preciosa de 800 metros en una sola planta, que es una mina. Situada al lado del mercado de San Antonio, el emplazamiento era y es inmejorable”. Más tarde, les surgió una oportunidad y compraron a Telefónica un local en Valldaura, un barrio muy popular donde, “hipotecándonos hasta las cejas, abrimos un segundo punto de venta tan grande como el de Urgell”.
Y luego, uno de los ferreteros más conocidos de la ciudad, el Sr. Tort, decide retirarse y le compran su ferretería de la calle San Andrés, “un buen local que ampliamos posteriormente hasta alcanzar los 600 metros cuadrados”.
Su propio camino
El proyecto de crecimiento avanzaba a buen ritmo. Justo después de la puesta en marcha de San Andrés habló con su hermano y decidieron separar los negocios para iniciar cada uno su andadura de forma individual con su propio proyecto. Ramón inició este nuevo proyecto con la tienda de Valldaura y San Andrés. “Tuve la suerte de poder fichar a muy buenos profesionales salidos de algunas de las tradicionales ferreterías más grandes de Barcelona –que por diversas circunstancias fueron cerrando– que se comprometieron mucho con mi proyecto y me permitió ir ampliando el negocio con su respaldo. También tuve suerte cuando el BBVA se empeñó en comprar parte de la tienda de Valldaura, lo que me dio aire para seguir con el proyecto de aperturas.
Hace cinco años abrió la tienda de Fabra i Puig, un local de 600 metros en una buena calle comercial. “Y hace tres abrió la tienda virtual, lo que hoy es ferreteria.es”. Lo importante es que desde 2003, cuando emprende su propio camino, el proyecto de Ramón Puigoriol no ha dejado de crecer. “Al principio las ventas iban solas. A partir de 2007 la cosa cambió, pero hasta en los peores años nosotros hemos vendido más cada año. Con las ampliaciones o la apertura de la tienda de Fabra i Puig o ferreteria.es, pero hasta la fecha siempre hemos vendido más”.
El criterio para montar tiendas ha sido el mismo, desde el principio: “tiendas grandes en las mejores calles de cada barrio. Y tener mucha mercancía, que el cliente tenga la sensación de poderío, que note que tenemos de todo y en abundancia, porque si no encuentra lo que busca reiteradamente, no vuelve”.
Navegar
La tienda online ha sido pionera en el sector de ferretería. Después de tres años, vende más que cualquiera de las otras tres tiendas y el crecimiento y las expectativas son grandes. Lo simpático del asunto es que para un “lobo de mar” como Ramón, navegar por internet es parecido a navegar en alguno de los veleros ligeros de diferentes categorías que ha manejado desde su adolescencia. “Navegar me apasiona”, dice.
Ya cuando estudiaba en el Instituto Técnico Eulàlia y durante las carreras universitarias, su pasión eran las competiciones en vela ligera, primero el Optimist, el Europa, el Laser, el 470 y en cruceros. “Fui Campeón de Catalunya en cinco modalidades distintas y Campeón de España en 1989, disputando mundiales y europeos. Fueron unos años fantásticos viajando con el equipo nacional”.
Cuando las olimpiadas de 1992, compitió para entrar en el equipo olímpico, pero “había un regatista buenísimo, como el mallorquín que ganó la medalla de oro en 470, que era entonces mi categoría”. Asumió que había llegado a su límite y se dedica, desde entonces, a regatear solo algunos fines de semana y, ya que aún tiene el gusanillo de la competición, compite en patín a vela realizando algunas regatas.
El descubrimiento de internet le hizo apasionarse por otro tipo de navegación, la virtual, que le ha llevado a dedicar miles de horas al conocimiento de las claves del e-commerce y a encabezar uno de los proyectos de más éxito del sector, ferreteria.es.
“Mientras otros leen novelas o biografías, yo me paso horas leyendo libros y manuales de internet. Al principio no entendía nada, pero poco a poco he ido descubriendo sus claves, acudiendo a cientos de cursos de todo tipo, relacionados con herramientas y gestores, marketing digital, redes sociales, etc. la mayoría de las veces con gente mucho más joven que yo y con más conocimiento, pero no me ha importado”.
Su experiencia le hace dar un consejo a los que quieran iniciarse en el mundo digital: “montar una tienda es mucho más fácil que una web. Absorbe mucho tiempo, mucho más del que creía. Crear la web es relativamente sencillo, porque además te la hacen fuera, pero el mantenimiento y desarrollo requieren una dedicación exclusiva de varias personas. Yo tengo ahora mismo 7 y necesito más a corto plazo.
‘La tienda de los paquetes’ como la llama mi padre, si no aparece en la primera página de Google es como si abrieras una tienda espectacular, llena de género, pero en medio del desierto. Hacer negocio en internet requiere inversión, tiempo y personal a tiempo completo. Y acostumbrarse a que de cada 100 visitantes, en el mejor de los casos uno es el que compra”.
Ahora está muy ilusionado con la nueva web que está a punto de abrir para el mercado francés y con el desarrollo de una nueva ferreteria.es en la que incorporar las últimas tendencias en cuanto a tecnología, usabilidad, adaptación a los dispositivos móviles, etc. “Crecemos muy rápido; ya estamos por encima de los 100.000 visitantes al mes y hay que estar a la altura de las expectativas que vamos creando”.
La suerte
La suerte, según Ramón, “ha sido una gran aliada en mi vida”. Primero, que mi padre me ofreciera quedarme con el negocio familiar y, después, que tuviera el gesto tan generoso de hipotecar la tienda de Urgell para que yo pudiera volar por mi cuenta. Luego, el vender parte del local de Valldaura para poder seguir creciendo. El poder fichar a magníficos profesionales de otras ferreterías cerradas durante la crisis.
Haber crecido aún en los peores momentos, lo que ha supuesto una motivación extra para mis colaboradores. Entrar en el consejo rector de Cofac, donde estuve cuatro años y aprendí mucho de grandes profesionales como Pere Díaz o Fernando Bautista. Ser seleccionado por Google para visitar su sede de Dublín, junto a otros 250 emprendedores de más de 20 países. “Hacer bien las cosas es fundamental, pero también es importante contar con la suerte, y yo la he tenido. Encontrar a mi mujer, por ejemplo, también fue suerte; podría no haberla conocido nunca. No tener grandes tragedias, que la enfermedad te respete a ti y a los tuyos, etc.”.
Crítico
“Me siento ferretero, pero soy inconformista y crítico con mi sector”, dice. “Las tiendas de ferretería –empezando por las mías– tenemos que dar una vuelta de tuerca al negocio y desprender más modernidad. Muchos colegas están adormecidos, no quieren cambiar y se van a morir sin remedio”.
Para Ramón, el ferretero pequeño, solo con su bandera, no va a poder sobrevivir. “La competencia es muy fuerte y lo será cada vez más; o nos unimos o lo tenemos muy mal”. En este sentido, reconoce el esfuerzo titánico que están haciendo los responsables de Optimus por conformar una potente enseña de carácter nacional, pero “lo tienen difícil, porque cada ferretero va a la suya y no tiene perspectiva ni visión a largo plazo. Esto es un obstáculo que, sumado a lo heterogéneo del canal de proximidad, hace muy complicado llevar el proyecto adelante. Pero necesitamos que funcione, porque si no, la ferretería lo va a pasar muy mal”.
Su paso por el consejo de Cofac fue una experiencia muy enriquecedora, pero también le sirvió para entender, desde dentro, lo complejo que es manejar una organización como una cooperativa.
“En mi opinión, las cooperativas no lo están haciendo bien. Las necesidades de cuando se constituyeron ya no existen y es difícil cambiar las organizaciones. Mi padre fue uno de los fundadores de Fac y de los que tiró del carro para la fusión con Cofeca y la creación de Cofac, pero eran otros tiempos y otras necesidades que cubrir. Si yo fuera gerente de una tampoco sabría muy bien qué hacer y si tuviera que empezar de nuevo, no crearía una cooperativa sino una mercantil”.
Y cuenta la anécdota entre risas de cuando se le ocurrió proponer que ya que todos los socios consumían grapas de oficina, que la cooperativa las tuviera en el almacén. “Gran fracaso; lo mismo que cuando propuse tener una gestora de nóminas común para ahorrar gastos y uno de los socios argumentó para que no se llevara a cabo, que él no quería que todo el mundo se enterase de cuál era la suya”.
Y, sin embargo, piensa que si hubiera un par de personas en la cooperativa dedicadas a buscar sinergias entre los socios, se podrían encontrar ahorros notables y un aumento general de la eficiencia de las ferreterías. “Abrir una web corporativa que diera visibilidad a los socios, ayudar a las tiendas a informatizarse, conseguir ahorros unificando suministros de todo tipo, electricidad, informática, seguros, telefonía, etc.”.
Abriendo puertas
Corría el año 1998 cuando Ramón Puigoriol contribuyó a que se produjera un hito histórico en el Maresme. Le da un poco de vergüenza contarlo, pero con su aval consiguió que un subsahariano de los que trabajaban en la zona llegara a ser propietario de una vivienda.
“Hasta entonces, había sido imposible conseguir que un hombre de color, siendo jardinero, accediera a la propiedad de una vivienda particular. Lo recuerdo como un momento feliz, del que me siento orgulloso. Yo trabajaba todavía en Caixa del Penedés, pero le ayudé a hacer los trámites para conseguir una hipoteca en La Caixa. Todavía hoy mantenemos una buena relación y un cuñado suyo trabaja con nosotros en labores de mantenimiento”.