Guillermo García Muñoz
(1940)
Cargo:
Gerente de Guillermo García Muñoz, S.L.
Lugar de nacimiento:
Jaén
Los otros finalistas:
Librado Loriente
Joan Server
“Aquí no hay despachos cerrados. Mi mesa y las de mis hijos están en medio de la oficina. Somos unos empleados más en la empresa. La cercanía con el resto de empleados es total”.
Guillermo García Muñoz es empresario y ha compaginado la actividad por la que ahora es reconocido como finalista en el VI Premio Txema Elorza, con la de docente durante más de 30 años.
Un año antes de empezar a dar clases, con 21 años, montó su primer taller donde realizaba trabajos con las máquinas herramientas y mantenimiento de maquinaria de panadería. Hoy, a sus 72 años, dirige junto con sus cuatro hijos un grupo de empresas que da trabajo directo e indirecto a 70 personas. La confianza de sus clientes, un equipo humano motivado y unos hijos, a los que ha dejado equivocarse, metidos hasta las cachas en el negocio, son los activos que le hacen sentirse feliz, aunque sigue al pie del cañón y no piensa en jubilarse.
De familia de médicos e intelectuales de Jaén, Guillermo García Muñoz sufre, aunque no la vive, los efectos de la guerra civil. Nace en noviembre de 1940 en un hogar que ha caído en desgracia por motivos políticos. Su padre, que iba para médico, como su bisabuelo y su abuelo –cirujanos ambos ‐ y algunos de sus tíos, ve interrumpida su carrera por la guerra y tiene que ganarse la vida como practicante. Las represalias que sufrió su familia, republicana, tras la guerra hicieron que los García Muñoz tuvieran que empezar, como dice Guillermo, desde cero. Él, a los catorce años, empieza a trabajar como aprendiz en una tienda llamada “Los Caminos” y lo compagina con los estudios de formación profesional. A los 19 obtiene el título de maestro industrial en la Escuela de Maestría Industrial de Jaén. Se incorpora por entonces al taller de Manuel García Gutiérrez, más conocido como ‘Manojillos’, en el que realiza labores de reparación de maquinaria, trabajo que compaginaba con los estudios de perito industrial, en Jaén.
Hace el servicio militar en su tierra y allí es requerido por Antonio Delgado, profesor de dibujo técnico de la escuela de maestría, para el montaje de los barracones del Regimiento Alcántara, trabajo en el que dirigió a un equipo de ocho personas pertenecientes al reemplazo del periodo militar, y donde muestra ya sus dotes de organización y gestión. Al tiempo, ya era responsable del mantenimiento de los hornos de la fábrica de galletas Cuétara, cuyos trabajos se realizaban por la noche, entre las diez y las seis de la madrugada, y que suponían un esfuerzo excepcional, por cuanto los compaginaba con su actividad diurna de formación en la escuela de peritos y de trabajo en el mencionado taller del ‘Manojillos’.
El primer taller
En 1962, con diez mil pesetas prestadas y algún ahorrillo, monta su primer taller, situado en la jienense calle del Obispo González, un modesto cocherón que no llegaba a los 40 m2. Allí comienza a realizar trabajos con tornos y fresas, al tiempo que realizaba el mantenimiento de maquinaria de panadería. Posteriormente le van confiando nuevos trabajos, entre los que destaca el mantenimiento de los grupos de elevación de agua situados en el paraje de Mingo y dependientes del ayuntamiento de Jaén, lo que suponía estar disponible las 24 horas del día, pues nunca se sabía el día y la hora de la avería. En numerosas ocasiones tuvo que desplazarse de madrugada a resolver distintos problemas.
Los fines de semana se embarca en la instalación de diferentes bombas para el abastecimiento de aguas en el término de Daimiel, y más tarde otras para el abastecimiento de Campo de Criptana, localidades ambas de Ciudad Real, encargos recibidos a través de la firma Construcciones y Contratas. Los viernes a las doce de la noche salía de su domicilio de Jaén en su modesto turismo para amanecer en las citadas poblaciones y comenzar al alba los trabajos asignados, lo que le permitía poder desarrollar el resto de la semana los encargos que recibía en el taller así como su incipiente actividad docente, actividad que se consolida en 1963 cuando se incorpora como profesor interino a la Escuela de Maestría Industrial de Jaén.
Actividad docente
A partir de entonces, su vida se divide de la siguiente forma: De 8 a 14 horas, imparte sus clases de matricería y ajuste. Por las tardes se encargaba de los trabajos que le confían sus clientes: construcción de ventanas, puertas, cierres y cerrajería metálica en general. Los fines de semana ya se ha visto que también los aprovechaba convenientemente para trabajos fuera del taller.
En 1969 se traslada a un nuevo taller, más amplio y dotado ‐ 200 m2 ‐ ubicado en el extrarradio, en la barriada de la Sagrada Familia. Allí ubica también su domicilio particular y nacen sus primeros hijos. En la planta baja se situaban el taller y un almacén y, en la alta, la vivienda. De esta forma perdía menos tiempo en desplazamientos y aprovechaba mejor el escasísimo tiempo libre del que disponía para la familia, ya que seguía desarrollando el negocio y compaginándolo con su labor docente. “Con lo que ganaba de profesor, vivíamos” ‐ cuenta Guillermo ‐ “el negocio no daba nada más que trabajo y salíamos comidos por servidos”.
Antes, en 1966, se casa con Ana Rita Hernando, por entonces ayudante de laboratorio de química, que deja su trabajo para dar soporte a Guillermo y atender más tarde a sus cuatro hijos: Miguel Ángel, Guillermo, Bernabé y Manolo. Desde entonces, Ana y, poco a poco, sus hijos, con su incorporación paulatina a la empresa, han sido la mejor ayuda para él y “nos han permitido crecer y diversificarnos, poco a poco, pero sin pausa a lo largo de los años”.
Primeras ventas
A lo largo de los setenta obtiene la concesión del servicio posventa de una delegación de Córdoba dedicada a la venta de maquinaria de construcción y obra pública y, más tarde, cuando la empresa no obtiene los resultados comerciales que espera, Guillermo les propone hacerse cargo también de la labor comercial y se lo aprueban. De esta forma empieza a dar sus primeros pasos en el área de ventas y a los pocos meses consigue la operación más importante de la firma en la provincia de Jaén.
En 1975 inicia su actividad en solitario en la venta de maquinaria, lo cual se considera el origen de su actual empresa, pero siempre sin abandonar su taller de metal ni su actividad docente. En los siguientes años consigue la representación para la provincia de Jaén de las máquinas pesadas de la firma Lebrero, distribución que mantiene actualmente después de más de 35 años de relación. A finales de los setenta se consolida una incipiente estructura empresarial con una plantilla de 6 personas. Guillermo trabaja y trabaja día y noche para dar a conocer su actividad por toda la provincia de Jaén hasta la aldea más recóndita de la Sierra de Segura. “Hacía unos 120.000 km anuales por aquellas carreteras y caminos tan difíciles”. De aquellos años viene su presencia en el sector de ferretería. “De vender maquinaria empecé a vender puntas, picos, herramientas eléctricas y manuales y diversos tipos de consumibles. Los clientes que me compraban las máquinas o me las traían para su mantenimiento fueron los que me indujeron a darles ese servicio adicional que, además, sirvió para fidelizarles aún más a la empresa”.
Consolidación y expansión
A primeros de los ochenta efectúa una permuta de instalaciones y se ubica en la antigua carretera de Madrid. Pasa de una superficie de 200 a otra de 600 m2. Aumenta el número de trabajadores, hasta 12, y el de clientes.
Su actividad docente le lleva, en 1983, a ser requerido como vocal en el Tribunal de Granada de las oposiciones de acceso a titular numerario de los distintos institutos politécnicos de Andalucía en el mismo año que se le comunica que debe ceder sus instalaciones al Ministerio de Obras Públicas para el desdoblamiento de la carretera de Madrid. Consigue llegar a un arreglo económico amistoso y suscribe el acuerdo manifestándole al Ministerio que es imprescindible que el pago de la indemnización se haga rápidamente para poder continuar desarrollando su actividad sin interrupción. El Ministerio afronta el pago a los cuatro meses y así le permite adquirir las nuevas instalaciones en el Polígono Industrial Los Olivares de Jaén con una superficie de más de 2.000 metros.
Algunas entidades bancarias le sugieren que dada la situación económica en esos momentos, cese su actividad, a lo que hace oídos sordos y continúa con más tesón si cabe en el desarrollo de la empresa. Sigue durante otro quinquenio desarrollando su actividad docente en La Carolina a la vez que realiza él solo la labor comercial de la empresa. Tiene eso sí un potente equipo humano y medios para garantizar el servicio y mantenimiento de la maquinaria que vende.
En los noventa consigue la distribución de Ulma en su división de andamios y materiales para la construcción, lo que le obliga a ampliar sus instalaciones hasta los 5.000 m2. Crea un departamento de alquiler y servicio posventa que pasa a llamarse Maquinaria y Servicios Garmo, S.L. Y, lo más importante, se incorpora a la empresa su hijo mayor, Miguel Ángel, lo que supone un importante apoyo para el crecimiento y expansión de la empresa y una relación profesor ‐ alumno, en la que Guillermo aporta toda su experiencia y Miguel Ángel la formación académica.
En 1993, tras meditarlo profundamente y muy a su pesar –“yo siempre tuve vocación de enseñar a los jóvenes” ‐ decide solicitar la excedencia para su labor docente, que se desarrolló durante treinta años, conjugándolo con una empresa que “había crecido demasiado y requería una dedicación exclusiva”. Sin embargo, la incorporación de cuatro ingenieros técnicos de la escuela de Jaén para la creación de un equipo comercial, le permite seguir desarrollando las labores formativas, ahora en el ámbito interno de la empresa.
Todos los hijos en la empresa
Poco a poco, uno a uno, los hijos de Guillermo se van incorporando a la empresa “desde abajo, barriendo, limpiando, como aprendices, como dependientes, no como hijos de papá. Su formación académica y su compromiso con la empresa han hecho que cada uno ocupe el sitio que se merece y se ha ganado. Miguel Ángel y Bernabé están en la gestión de la empresa. Guillermo es el responsable técnico de proyectos y Manolo es el responsable de la delegación de Córdoba”. Se le nota el orgullo de padre, aunque no es partidario de decirles lo buenos que son, sino lo que deben mejorar para alcanzar la excelencia.
Hito tras hito, Guillermo García Muñoz se convierte en una empresa de referencia en los sectores de la construcción y agrícola, con negocios de venta, alquiler, reparación y mantenimiento de maquinaria; proveedor habitual de las administraciones públicas tanto en Jaén como en provincias limítrofes como Córdoba o Sevilla y en un suministro industrial especializado en herramientas, fijaciones, zapatería y vestuario laboral, jardinería y agricultura, etc.
En 2002 consigue unificar todos sus almacenes en un único recinto, en las instalaciones de la desaparecida Cárnicas Molina situadas en la carretera de Madrid, con una superficie aproximada de 30.000 m2. Tras muchos avatares, las instalaciones se inauguran en 2006. Albergan tiendas especializadas para profesionales del sector de firmas punteras como Bosch, Hilti, Stanley, Europlataformas o Bobcat, además de los almacenes de maquinaria y los servicios de reparación y mantenimiento de las mismas.
Crece con la burbuja inmobiliaria y sufre como todos la crisis económica y financiera de los últimos años. “Mis hijos se asustaron mucho con la tremenda caída de ventas y la situación general, pero aguantamos bien y puedo decir que nuestra situación general es mejor hoy que en 2006 o 2007”.
Clientes satisfechos
Toda la trayectoria de Guillermo García Muñoz ha estado marcada por su interés en dar al cliente lo que necesita, por tener clientes satisfechos. “Por eso hemos sido y somos marquistas. Apostamos por las marcas que garantizan la satisfacción del usuario, tanto en maquinaria agrícola o de construcción como en herramientas o cualquier otro sector”. Cree en el servicio como argumento, no en el precio. Y en la formación. Actualmente imparten cursos de utilización y mantenimiento de maquinaria, de prevención laboral y otros, tanto para clientes o futuros clientes como para el personal de la empresa. “Para prescribir bien tenemos que conocer lo que vendemos. Por eso, muchos viernes por la tarde vienen fabricantes a la empresa a dar formación a nuestros vendedores y técnicos”. Guillermo apuesta por la gente joven, comprometida, polivalente, que sepa adaptarse a las circunstancias. Es una forma de asegurar los puestos de trabajo. “Si no funciona la construcción, podemos pasar al empleado a la parte agrícola, al suministro, a ventas, a compras, a posventa, etc”.
Guillermo, ahora en una posición algo más alejada del día a día, observa con otra perspectiva la evolución de la empresa y ofrece sus consejos o realiza observaciones para que la empresa no se salga del camino que marcan elementos básicos como una “financiación correcta, austeridad, formación, preocupación por dar el mejor servicio al cliente, espíritu de sacrifico, ilusión por lo que se hace, innovar y aprovechar las nuevas oportunidades que aún en los peores momentos se presentan en el mercado”
Valores
Un trabajador incansable como Guillermo, que ha ganado cada euro y cada metro con mucho esfuerzo y sacrificio, tiene claro que las cosas se hacen poco a poco, con perseverancia, dando servicio al cliente, cumpliendo los compromisos que se asumen, reinvirtiendo todos los beneficios obtenidos en la propia empresa, teniendo un equipo competente y comprometido, creciendo con prudencia y no engañándose a uno mismo; “si hay que redimensionar la empresa porque se vende menos, hay que hacerlo; si hemos hecho algo mal y hay que ponerse colorado, se hace; ‘mejor una vez colorado que ciento amarillo’ y si el negocio no funciona, hay que cerrarlo y se acabó”.
Es lo que ha transmitido a sus hijos que, uno tras otro, se han incorporado a la empresa con esos mismos valores. Dice que “lo difícil es dejarles que se equivoquen. Hay que darles aire y distancia para que tomen sus decisiones y fallen”.
Respecto a cómo dirigir la empresa, Guillermo dice que el ejemplo es la clave. “Aquí no hay despachos cerrados. Mi mesa y las de mis hijos están en medio de la oficina. Somos unos empleados más en la empresa. La cercanía con el resto de empleados es total”. Y la formación: “las personas con menos formación son las más difíciles de llevar. Sin formación no se pueden entender determinadas cosas y, desde luego, no se pueden prescribir los productos más adecuados ni dar soluciones que satisfagan a los clientes”.
Él se lamenta de lo difícil que es ser empresario en Andalucía. “Nos faltan referencias, ejemplos que imitar. En nuestra tierra, desgraciadamente, la iniciativa empresarial es escasa y hay muy poca cultura de colaborar con otros empresarios. Y falta visión e ilusión por crear y por crecer”. Por eso, dice su hijo Miguel Ángel, “somos muy preguntones. Cuando viene alguien de fuera a vernos –proveedores, clientes, quien sea ‐ les freímos a preguntas sobre cómo ven nuestro negocio, qué tendencias se observan en otros mercados o en otros lugares, qué piensan de tal o cual decisión que pensamos tomar…”
Guillermo concluye que “el empresario aprende a palos y sufre en primera persona las decisiones erróneas. Hay que tenerlo claro, como hay que tener visión y capacidad para adelantarse a las cosas”. Él sigue con la misma ilusión que el primer día en crear desarrollo y riqueza por medio de su empresa, lo que le lleva a hacer –junto con sus hijos ‐ una apuesta decidida por exportar su modelo de vocación de servicio a clientes de otras provincias limítrofes, haciendo especial hincapié en desarrollar un centro de formación cualificada de los oficios asociados al sector industrial y de construcción, e inculcando a las nuevas generaciones su vocación y afán de superación, labor que le ha sido reconocida con varios premios de la Cámara de Comercio y del Ayuntamiento de Jaén.