José Ferri
(1951)
Cargo:
Gerente de Ferretería Ferri
Lugar de nacimiento:
Villena (Alicante)
Los otros finalistas:
Jorge Cruceta
Amor Simón
Interés por los demás
«Me preocupan mucho las personas, en general, y las que trabajan conmigo, en particular. Todavía conozco a cada uno de los ciento sesenta empleados que tenemos. En los últimos meses hemos tenido a una chica de baja por depresión que estoy intentando recuperar. He ido a su casa para animarla y creo que voy a conseguir ganar la apuesta que he hecho con el encargado de que volvería el próximo viernes. La gente tiene que notar que te preocupas de verdad por su salud, su familia, sus problemas personales. Que no es una pose, que cuando hay una situación crítica pueden acudir a tí porque van a encontrar, seguro, comprensión y, si es posible, ayuda».
Cuando contacté con el móvil de José Ferri para comunicarle que era uno de los tres finalistas del «II Premio Txema Elorza” y que quería quedar con él para realizar la semblanza que luego publicaríamos en Ferronoticias, estuvo parco en palabras y, me pareció, que bastante azorado. No era la imagen que yo tenía de él ni la que me habían transmitido, corroborando la mía, amigos comunes.
El tema se aclaró a los pocos minutos, cuando me dijo que estaba hablando desde Colombia y que era mejor que volviéramos a hablar la semana siguiente para poner una fecha a la entrevista. Y es que si hay algo que Pepe -como le gusta que le llamen- no es, es poco hablador. Todo lo contrario, le gusta hablar, escuchar y, sobre todo, dialogar. En las más de seis horas que me dedicó, no nos faltó tema de conversación ni tampoco persona de la que no hablara bien.
Ferretería Ferri
Pepe Ferri habla bien de las personas o no habla de ellas. Cuando cuenta la historia de Ferretería Ferri sólo se acuerda de los que le ayudaron; de sus padres, de su hermano Paco -co-gerente de la empresa-, de su tío, de sus hijas y sobrinos, de Alberto Muñoz que le suministró seiscientas mil pesetas en género para montar su primera tienda, del director del banco que le concedió el primer crédito, de todos los empleados que han contribuido a hacer lo que la compañía es hoy, de otros colegas que le sirvieron de ejemplo -para lo bueno y para lo malo-, de los proveedores que siempre han entendido e impulsado los cambios que ha acometido, de los clientes, por supuesto, que han confiado en su forma de trabajar y han creído en sus promesas de servicio.
«Si no hubiera tenido ayuda, no habría podido salir adelante con 22 años, ninguna experiencia en ferretería y muy poco dinero”, cuenta cuando habla de sus orígenes. Transcurre el año 1973 y es entonces, a la vuelta del verano, cuando Pepe abre al público la primera Ferretería Ferri. Está a las afueras de Villena, -las calles todavía sin asfaltar- y ocupa los 64 m² que hasta entonces pertenecían a la sede de una droguería.
«Estaba tan tieso que utilizaba las mismas estanterías del antiguo negocio. Estaba yo solo, aunque, por la tardes, mi hermano Paco, que tenía 19 años, venía a hacerme las cuentas. Así pasamos todo el primer año. Desde el primer momento yo repartía pedidos con una moto. En cuanto a la reposición de mercancía, madrugaba todas las mañanas y me iba a Yecla, a los almacenes de Alberto Muñoz, donde reponía los surtidos. Volvía en la moto y a la hora habitual abría la ferretería”.
Como anécdota que ilustra el poco conocimiento que tenía Pepe del negocio, cuenta que el primer surtido para abrir la tienda lo eligió el propio Alberto. «Yo no sabía qué había que tener, así que me puse en sus manos. Me trajeron un poco de cada cosa que ellos, con su experiencia de almacenistas, pensaban que se vendería bien en Villena”. Y empezaron a vender.
El resto es la historia de un crecimiento constante, imparable. Compran una furgoneta para repartir y dejan la moto. Van haciendo clientes poco a poco y la tienda se les queda pequeña. «Por entonces ya había cuatro ferreterías en Villena. Recuerdo una conversación de aquellos tiempos con uno de los propietarios que, cuando se enteró de que mi hermano se venía a trabajar conmigo, auguró que una ferretería no daba para vivir dos familias. Como se ha visto después, tenía parte de razón, no daba para dos familias, ahora tenemos 160 empleados o lo que es lo mismo, más de un centenar de familias vive de Ferretería Ferri”.
En 1979, Pepe decide dar el salto a un local más grande, más céntrico, pero cercano. «Habíamos ido cogiendo pequeños locales para almacenar mercancía, pero ya estábamos sobresaturados. Dimos el salto y nos volvimos a endeudar. Aunque en ese momento descubrimos que también podíamos conseguir subvenciones para el proyecto a través del Iresco”. Lo cierto es que las ventas iban creciendo y al mismo tiempo el establecimiento se ampliaba a base de comprar locales próximos, «algunos de ellos pagados por encima de su valor real, pero es lo que había”.
En 1987, la ferretería ya contaba con 900 m². Sin embargo, se había vuelto a quedar pequeña. «Enfrente nuestro había una fábrica de zapatos que se había visto obligada a cerrar. Tenía 2.000 metros y altura suficiente para almacenar. Nos decidimos y en 2008, con el cambio de local, fuimos capaces de crecer un cincuenta por ciento”.
En la actualidad, Ferretería Ferri es una empresa que factura 20 millones de euros, que emplea a 160 personas y que dispone de unas instalaciones modélicas de 24.000 m² en las que se combinan suministros industriales puros, bricolaje, electrodomésticos, climatización y saneamiento, ferretería, decoración, jardinería, etc.
Y seis camiones de reparto entregan pedidos a clientes en un área de influencia de unos 100 kilómetros. Al otro lado de Villena, acaban de inaugurar una planta logística de 5.000 metros, de 12 metros de altura, con capacidad para 9.000 palés, donde mecanizan puertas, que va a permitir a Pepe acometer alguno de los proyectos que continuamente le rondan por la cabeza.
La lucha por la independencia
Pepe no pudo andar hasta los ocho años. Como otros niños de la época padeció poliomielitis y tuvo que pasar por toda una serie de tratamientos y operaciones que le impidieron tener una infancia normal. Sus padres, campesinos sin muchos posibles, no podían sufragar los estudios de tres hermanos y bastante tenían con asumir los gastos que originaba su enfermedad. Así, a los 14 años, una vez obtenido el certificado de estudios primarios, dejó de estudiar.
«Siempre me rebelé contra mi incapacidad. Yo lo que quería era jugar al fútbol como todos y, sobre todo, ser independiente. Así que, enseguida, me puse a vender seguros, persianas y otras cosas por mi cuenta para que mis padres no tuvieran que pagar mis gastos. Luego entré como empleado en una fábrica de cajas para zapatos. Ya me podía mover mejor y con 16 años venía todos los días desde la casa de mis padres a Villena, en moto. En la fábrica yo era un poco el comodín para todo. Desde muy pequeño era bastante manitas y hacía chapuzas en casa y a los familiares”.
Esta condición de manitas fue seguramente el origen de su trayectoria posterior como ferretero porque cuenta que «no me gustaba el trato que recibía en las ferreterías que frecuentaba. Y cuando decidí que quería ser independiente y que trabajaría para mí y no por cuenta ajena, la opción de montar una ferretería se abrió paso sobre, por ejemplo, crear una fábrica de cajas -que era lo único en lo que yo había trabajado y de lo que sabía algo-. Por mi minusvalía -y, además, a mi hermano tampoco lo gustaba nada la industria del calzadono era un opción recomendable”. Por eso dice hoy que es ferretero porque no había valido para otra cosa, «aunque si hubiera podido estudiar, a lo mejor no era ferretero”.
Sin embargo, no todo el mundo pensaba igual. «Cuando me enteré que Bru Ramón, de Alicante, necesitaba una persona para la sucursal de Villena, me presenté. Me hicieron un examen y contrataron a otro, porque yo no tenía preparación ni experiencia”.
Todavía ejerce de cerrajero de guardia en Villena y alrededores cuando los especialistas de la empresa no pueden atender una llamada de emergencia. Y asegura que «no hay cerradura que se me resista; las que resisten mejor una ganzúa son más sensibles a una maza y viceversa. Todas tienen sus puntos débiles. Hasta la caja fuerte más sofisticada se puede abrir. Es como en las películas. Al final es cuestión de tiempo”. Y un reto para alguien como él que disfruta con superarse una y otra vez.
Bueno, pero no tonto
José Ferri se considera a sí mismo «bueno, pero no tonto”. Piensa que «todo lo que haces mal te lo cobran tarde o temprano. La trayectoria es un valor vital”. La suya es una trayectoria lineal de hacer las cosas lo mejor posible, de pensar en los demás: en los clientes, en los proveedores, en el personal propio, en la familia. Desde pequeño se comprometió a llevar dinero a casa o por lo menos a cubrir sus propios gastos. Cuando Paco y él ya trabajaban, entregaban un sueldo en casa y el otro se lo repartían para pagar sus gastos.
«El ir de frente -dice- ha hecho que, en general, la gente haya confiado en mí. No se entiende, si no, las veces que nos han concedido crédito para nuevas inversiones. Es verdad que luego cumplimos, pero al principio, el que no te conoce, se fía sólo de lo que ve o más bien de lo que intuye. Y ahí siempre he salido bien librado”.
La confianza también se la ha ganado siendo fiel a una serie de principios; por ejemplo, a las marcas que han compartido con Ferri una trayectoria larga y fructífera. A los empleados, a los que trata con gran cordialidad y cercanía. «Yo me encargo de recibir a todos los nuevos. Les enseño la empresa, les presento a sus compañeros y les muestro mi puerta, siempre abierta en todo momento para todos”. Su despacho, en el centro de las oficinas, con dos puertas, acristalado y sin persianas, quiere ser un símbolo de transparencia y accesibilidad. «Cuidando las formas, con respeto, pero con accesibilidad y transparencia”.
Se muestra preocupado, sin embargo, con la deriva que está tomando el mercado laboral. «Antes resultaba más fácil incorporar a nuevos empleados. Teníamos un gran vivero en la formación profesional. Y había más compromiso. Ahora nos encontramos con que hemos de contratar a personas de más de 30 años, porque entienden mejor lo que es la vida del comercio y cuentan con una preparación mínima sobre la que formarles en el sector de la ferretería. Los más jóvenes no disponen de preparación, pero sobre todo tienen pocas ganas, en general. Muchos nos dicen que no les interesa el puesto, si tienen que trabajar los sábados”.
También han sido fieles a Coinfer, de los que son el socio con más consumo. «Aunque por nuestro tamaño podríamos pasar sin la cooperativa, nos sentimos ligados a la entidad por muchos años de convivencia y tratamos de aportar lo que nos piden para mejorarla en todos los aspectos”.
Dos familias, una ferretería
«Dos familias no pueden vivir de una ferretería”. Esa frase se le quedó grabada. Y aunque reconoce que algunos de los peores momentos de su vida han estado relacionados con diferencias familiares, lo cierto es que Ferretería Ferri ha llegado a ser lo que es con el esfuerzo combinado de José y Francisco, los dos hermanos Ferri que se han repartido de forma efectiva el trabajo: José es más emprendedor, más extrovertido, con don de gentes, el comercial; Francisco es más prudente, más controlador, el administrador. Forman un buen equipo, aunque a lo largo de tantos años ha habido desencuentros que se han superado «con mucho respeto, siendo comprensivos, cediendo. Yo soy más emocional, más visionario; él es más frío y calculador. Nunca regañamos en público y solucionamos las diferencias en la intimidad. Si no fuera así no llevaríamos 34 años juntos». Ahora se están incorporando los hijos de ambos -dos hijas de Pepe y una hija y un hijo de Paco- y se está realizando según el protocolo familiar que especifica lo que se puede y no se puede hacer y cómo hacerlo. «Decidimos hace mucho que nuestras mujeres no trabajarían en la empresa y que los hijos lo harían en unas determinadas condiciones. Los cónyuges de los hijos o hijas tampoco pueden trabajar en la empresa. Y hay otros familiares que están con nosotros, que ocupan puestos en función de su valía”. En el Consejo de Familia están los dos hermanos y, desde hace poco, también las dos hijas mayores.
No habla mucho de la familia, pero a lo largo de la conversación sale la muerte en accidente de una de sus hijas, episodio sobre el que pasa de puntillas con cierta emoción asomándole por los ojos.
Pero como es positivo y optimista por naturaleza, Pepe vuelve a hablar de proyectos y del lema que preside su despacho: «Aquí no hay problemas, sino situaciones interesantes que constituyen un reto a la ingeniosidad de cómo resolverlas”.
Juan Manuel Fernández, editor de Ferronoticias