Ramón Pajares Manresa
(1939)
Cargo:
Presidente de Industrial Zapatera, S.A. – PANTER
Lugar de nacimiento:
Callosa del Segura (Alicante)
Los otros finalistas:
Basilio López
Justino ‘Tito’ Barbosa
Homenajes
«A D. Ramón Pajares Manresa, nuestro jefe, COMPAÑERO Y AMIGO con nuestra felicitación y agradecimiento en su 60 aniversario.
Ramón, queremos que sepa que todos vamos en el mismo barco, que estamos preparados para luchar y mantenerlo siempre a flote y lo vamos a conseguir porque contamos con un «Capitán» de una GRAN CALIDAD HUMANA.
¡ANIMO! Estamos con Usted.»Sus empleados
Callosa de Segura, 24 de junio de 1999«A D. Ramón Pajares Manresa
En reconocimiento a su constancia en el trabajo y su interés por el progreso de nuestra empresa. Un hombre que nos EXIGE atención, colaboración, entrega… DANDONOS al mismo tiempo comprensión, amistad, apoyo … Queremos por tanto que esto sirva de impulso en esta nueva etapa para que juntos, con su dirección y nuestro esfuerzo, podamos llevar a nuestra empresa a lo más alto.
¡ANIMO! Y gracias por su preocupación y entrega.
Felicidades, Un Abrazo»Sus obreros
Callosa de Segura, enero 1993«Para nuestro padre, el hombre que nos lo ha dado todo, asegurándole que no será vano su trabajo y su esfuerzo, ya que intentaremos transmitir su legado y apellido con la misma honradez, dignidad e integridad que él lo ha hecho.»
Rocío, Ramón y Visen
24 de Junio de 1989
Cuando Ramón Pajares nace en Callosa del Segura (Alicante), el 24 de junio de 1939, su padre, miembro del partido socialista y estrecho colaborador de Indalecio Prieto, está ya en una cárcel franquista. Tuvo oportunidad de exiliarse, pero con la conciencia tranquila de no haber hecho mal a nadie, se queda en España. Es fusilado el 17 de enero de 1942. Para entonces, Ramón Pajares, con dos años, ha perdido a su madre, que con sólo 23 años, muere de tristeza y de pena. Huérfano, Ramón queda al cuidado del hermano mayor de su madre. Honrado y trabajador, su tío le inicia en el oficio de bodeguero. Estamos en los años cuarenta y el país está sumido en la miseria. Ramón es avispado y entra a estudiar en el colegio de Santo Domingo de Orihuela.Cuando está en cuarto de bachiller, muere su tío y Ramón, con 14 años, tiene que dejar el colegio, donde nunca volvería. Se queda trabajando en el mostrador de la bodega-bar con la viuda de su tío hasta que, con sólo 17 años, un vecino que trabaja en un almacén de abonos e insecticidas agrícolas, le invita a asociarse con él para montar un almacén de lo mismo. La iniciativa fue ruinosa, los agricultores de la zona no sacaban suficiente rendimiento a sus tierras y lo último que hacían era pagar al proveedor de abonos.
La construcción
Con 24 años, sin ninguna familia pero con una deuda de 500.000 pesetas por la quiebra del almacén, debe empezar de nuevo a buscarse la vida. Lo primero que hace Ramón es ir a Alicante y hablar con su acreedor. Éste cree en él y le dice que le pague cuando buenamente pueda. En esta encrucijada surge la figura de don Carlos Franco, que tiene una parcela de 5.000 m2 en medio del pueblo y que busca a alguien que gestione la construcción y venta de unas viviendas. Habla con Ramón, del que tenía buenas referencias, y le invita a quedarse con la parcela por un importe de 5,5 millones de pesetas. Estamos en 1964. Sin dinero, pero con una perentoria necesidad de salir adelante, Ramón se embarca en el proyecto con el compromiso de devolver un millón de pesetas el primer año y, el resto, en el plazo de cinco. Las cosas se complican porque el Ayuntamiento no aprueba el plan urbanístico y se pasa casi un año sin poder iniciar las obras. Pero tan pronto obtiene el permiso, Ramón pone en venta y vende en poco más de una semana 16 viviendas y 4 locales comerciales. Como él dice, «en el pueblo, la gente me conocía y a pesar de mi juventud me tenían confianza». Busca un socio para dar garantías a don Carlos, que presionado por unas sobrinas no hacía más que reclamarle el pago de la deuda pendiente, y acaba la obra. Se separa de su socio, que le hace una jugarreta y, desde entonces, construye pisos en Callosa. «Siempre con escaso capital, de tal forma que antes de empezar a construir, necesito cobrar de los futuros propietarios».
El calzado
A principios de los años setenta, un conocido que trabaja en una fábrica de vulcanizados que va a cerrar le pide ayuda para montar una fábrica de zapatillas. En vez de eso, Ramón aporta 250.000 pesetas y le da al peticionario un 30% de participación en la empresa. Así nace Vulcaesport, S.L. Ramón no sabe nada de calzado ni de vulcanización, pero poco a poco le va tomando el pulso al negocio y consigue que la empresa pase de producir 200 pares de zapatillas al día a más de 3.000. «Sólo teníamos dos modelos, uno de cuadros y guata, para invierno, y otro de rejilla y lona, para verano».
La empresa daba trabajo entonces a más de 80 mujeres. En 1977, empieza a ver que su socio está intranquilo y que hay algo que no funciona. Al año siguiente, en 1978, el socio le dice que se va, llevándose a una serie de gente de su confianza. Ramón decide en un primer momento cerrar la fábrica y dedicarse otra vez en exclusiva a la construcción. De hecho, propone buscar trabajo a todos los empleados de la fábrica en seis meses y, si no, indemnizarles. Algunos se van a la obra con él, otros insisten en que deberían seguir con la fábrica. Ramón, apoyado e impulsado por sus obreros, decide continuar en el mundo del calzado. «Yo había visitado todos los almacenes de calzado de España y había visto qué faltaba en el mercado». Y lo que faltaba eran botas de agua ya que la única marca que existía, Trebinca, no daba abasto para aprovisionar el mercado. Ramón se va a Italia y compra una máquina por 490.000 dólares, que llega en octubre de 1979. Hace un molde de botas de niño y se presenta a los dueños de Trebinca para proponerles repartirse el mercado. «Donde ustedes no lleguen, venderé yo. Fijen ustedes los precios y nos repartimos la tarta». Le dicen que ni hablar. Este mismo año, expone en un stand mínimo de la feria del calzado, que entonces se celebraba en Elda, y consigue vender toda su producción. Al año siguiente, en la feria del calzado de Madrid, llega por fin a un acuerdo para la bota de agua.En 1983, cree ver que el poliuretano es el material del futuro y empieza a darle vueltas. Se va a Brasil el año siguiente a ver cómo fabrican allí las sandalias de plástico y aunque no le gusta lo que ve, «estaban bastante más atrasados que nosotros», idea una sandalia para niño, ‘Crianza’, que le permite diferenciarse y despegarse del resto de fabricantes habituales. Mientras tanto, su mujer, María, le pone nombre a las nuevas botas de agua, P´agua, marca por la que todavía algunos lugareños de Callosa siguen conociendo a Industrial Zapatera, Panter. Compran una máquina para poliuretano y empiezan a fabricar deportivas con la marca Up and down, pero aunque eran muy buenas, la falta de una colección y la competencia de las grandes multinacionales hacen desistir a Ramón de ir por esa vía y buscar su camino en el área de la seguridad. En 1984, compra la marca Panter, que tenía un buen nombre en cuanto a la calidad de los fabricados. Empieza a hacer publicidad en medios de comunicación de masas; durante tres fines de semana consecutivos publica una página de publicidad completa en El País haciendo referencia a Panter como sinónimo de seguridad laboral. Desde entonces Panter se ha convertido en el líder indiscutido de calzado de seguridad en España. En 2001, 2004 y 2007, ha recibido el ‘Premio Calidad e Innovación en Ferretería’, convocado por Ferronoticias y Ferrepress. En 2003 fue galardonado por unanimidad con el Premio al Mejor Empresario de la Vega Baja por la Asociación Asemvega en la primera edición de Premios Empresariales y en 2005 la Generalitat Valenciana le otorga el Premio Nova a la Calidad, Innovación y Desarrollo en el sector calzado. Con inversiones constantes en investigación, desarrollo e innovación, la marca ha alcanzado una capacidad de fabricar hasta 15.000 pares diarios, con un sistema altamente robotizado y las máximas certificaciones de calidad. Posee un catálogo único en el sector y sigue haciendo marca con una gran campaña de publicidad en los campos de fútbol de primera división.
La familia
Para un huérfano como Ramón Pajares, que ha estado solo durante toda su juventud, la familia es lo máximo. Su mujer, a la que conoce con 25 años y con la que se casa a los 27, «ha sido y es el pilar más fuerte de mi vida y sobre su hombro he llorado muchas veces. Sin ella no sería lo que soy ni estaría donde estoy. Ella ha criado a mis hijos y les ha inculcado los valores de responsabilidad y respeto que les han hecho excelentes personas». Sus tres hijos, Rocío, economista; Ramón, graduado social, y Vicente, abogado, trabajan en las empresas de Ramón. Se le llenan los ojos de lágrimas cuando habla de ellos: «Son los tres maravillosos, ellos y sus parejas, y mis cinco nietos; están todos pendientes de mí y me miman mucho «. Trabajan juntos, codo con codo, y viven todos juntos en un edificio en el centro de Callosa, cada familia en una planta. «Hay quien nos pregunta si no nos cansamos de estar juntos todo el día, porque también veraneamos juntos, pero esto es fruto de algo natural, no lo forzamos, a todos nos apetece estar juntos, no nos supone ningún esfuerzo». Sin duda, esta situación ha recompensado a Ramón Pajares por todos los años de soledad de su infancia y juventud. A pesar de haber recibido muchos premios y reconocimientos a lo largo de su vida, yo diría oyéndole en esta entrevista que la unión de su familia lo considera su mayor logro.
Ramón Pajares es, sin duda, un hombre hecho a sí mismo. Un emprendedor nato, un luchador, un hombre que a punto de cumplir 68 años sigue acudiendo todos los días a Panter y dando ejemplo de dedicación y compromiso con la empresa. Sigue comprando solares, haciendo inversiones y dirigiendo los proyectos de construcción de viviendas, siempre en el área de Callosa del Segura. «Desde muy joven -dice- la gente confiaba en mí, creía en mi palabra y me hacía depositario de responsabilidades impropias de mi edad y de mi experiencia». Fue poco al colegio pero ha sido una esponja que ha absorbido durante toda su vida lo mejor de cada persona y de cada experiencia. «Siempre se me ha dado bien empatizar con mis interlocutores y ponerme en su lugar para proponerles los negocios que les interesaban». También dice que «viajar ilustra y enseña» y recomienda viajar «para abrir la mente y quitarse prejuicios». No quiere que escriba que es del Real Madrid, porque no quiere que esto le predisponga contra nadie, pero le encanta el fútbol y es blanco hasta las cachas. «Hace unos años, creamos una escuela de fútbol para 150 chavales y fuimos campeones de la provincia con varios equipos. Me gusta la gente sana y que los jóvenes se esfuercen». Tampoco quiere hablar de política, «está demasiado prostituida», aunque se define como una persona progresista por familia y por convicción. Lo que tiene claro es que falta mucha generosidad en esta sociedad, «la gente cree que se va a llevar todo lo que tiene al otro mundo, no se dan cuenta que lo mejor de la vida es poder ayudar a los demás, hacer cosas por la gente». Se considera una persona con suerte. Dice que para triunfar hacen falta tres cosas, inteligencia, trabajo y suerte. «Yo soy un trabajador, no sé si soy inteligente, pero me he defendido bien en la vida, y he estado en el momento oportuno en el lugar idóneo en varias ocasiones; sin esa suerte, a pesar de todo, no habría tenido éxito».Cree en el ejemplo como forma de conseguir el compromiso de los trabajadores de la empresa, «y dejando claras desde el principio cuáles son las reglas del juego». Hace veinte años, en Panter, se establecieron ya unas reglas respecto a sueldos, beneficios sociales y demás, que han evitado cualquier conflicto laboral. «Los empleados saben que yo sólo no puedo luchar, que son ellos los que con su esfuerzo, su dedicación, su compromiso y su apoyo pueden llevar esto adelante». Nunca ha despedido a nadie que cumpliese con su responsabilidad y siempre ha echado una mano a los obreros que han acudido a él para solucionar un problema particular. Tampoco tiene problemas con la integración de los inmigrantes en la empresa. «Tenemos jordanos, ucranianos, rusos, argelinos, ecuatorianos…y todos tienen el mismo trato y están tan integrados como el resto de los 300 empleados con los que cuenta la empresa». En correspondencia, reconoce que los obreros van a trabajar los domingos si hace falta para sacar pedidos pendientes. Le gusta el arte en general y la música en particular y a la pregunta de si es religioso, por las distintas imágenes que adornan su despacho, dice que es muy religioso aunque no muy practicante y admira la figura de Jesús de Nazaret y la ve «como el mayor ejemplo para toda la humanidad».
Los valores
Ramón Pajares no puede ver sufrir a la gente, le supera, tal vez por lo mucho que a él le ha tocado sufrir en muchos momentos de su vida. Por eso siempre está dispuesto a echar una mano a quien se lo pide. Y tiene claro que la vida es lucha permanente, que no te puedes parar a ver pasar el tiempo, «la mente tiene que estar caliente toda la vida. Si te paras, te arrollan. Siempre hay que estar dispuesto a aprender y a mejorar. Alcanzar una meta está bien, pero eso sólo supone el principio de un nuevo camino, de un nuevo reto.A su edad, otras personas están jubiladas y pensando en descansar, Ramón dice que le quedan muchas cosas por hacer y por aprender. Al margen del negocio, ha creado con su mujer la Fundación Pajares-Salinas, cuya misión es recuperar el acerbo cultural de Callosa. Ya han editado, en colaboración con el sello RTVE Música, la ‘Misa Pastorela’, una composición del siglo XVIII transmitida oralmente de generación en generación. La Fundación ha creado un coro y está inmersa, en la actualidad, en un gran proyecto todavís en pañales. «Tuve una infancia difícil, pero recuerdo lo que me contaban de mi padre, que era un hombre honrado y de palabra; y lo que aprendí de mi tío, el gusto por el trabajo bien hecho y por la responsabilidad».