
Amor Simón
(1972)
Cargo:
Directora General de Estanterías Simón, S.A.
Lugar de nacimiento:
Zaragoza (Zaragoza)
Los otros finalistas:
Jorge Cruceta
José Ferri
Madre y gerente
“Cuando mi hija tenía cinco días, yo volví a trabajar. Me encontraba bien y la empresa me necesitaba, así que me iba con la niña al despacho y hacía compatible ‘in situ’ las tareas de madre con las de gerente. Recuerdo que me llamaban proveedores clientes y les tenía que decir, con mucha naturalidad, que estaba dando el biberón o cambiando a mi hija y que hablaríamos un poco más tarde. No tuve ningún problema, la gente se sorprendía pero todos fueron muy comprensivos».
La vida de Amor Simón sufrió un cambio radical en 1997. Con veinticinco años cumplidos daba clase en un colegio de Zaragoza como profesora de educación infantil. Le acababan de anunciar que le renovarían el contrato para el curso siguiente porque estaban muy satisfechos con su labor. Para Amor, docente por vocación – había estudiado magisterio y pedagogía-, la situación era ideal: trabajaba en lo que le gustaba, estaba emancipada de sus padres y tenía el novio perfecto. El futuro estaba trazado y le gustaba lo que veía.
Sin embargo, cuando su padre, copropietario de una fábrica de estanterías metálicas le pide ayuda – «necesito una persona de mi máxima confianza en la fábrica», Amor, hija única, harta de ver el sufrimiento de su padre, deja su trabajo y, sin formación empresarial pero con una voluntad de hierro, decide dar un giro a su vida y volcarse en sacar adelante Estanterías Simón.
Estanterías Simón
La empresa que ahora dirige tiene su origen en 1964, cuando su padre, Armando Simón convenció a su abuelo, Manuel Simón -que tenía un taller de pintura de maquinaria- para que cambiaran de actividad: “De ahora en adelante vamos a hacer estanterías metálicas», asegura Amor que le dijo. Lo cierto es que así fue y hasta hoy.
En un principio, todo el proceso era artesanal. Con el tiempo fueron adqui- riendo maquinaria, pero cuando ella se hizo cargo de la empresa, ésta era obsoleta y la marca Simón era sinónimo de estantería barata y más bien mala. Servían regular y las relaciones internas dejaban mucho que desear. Esa fue la empresa que se encontró cuando por primera vez tomó conciencia de lo que tenía entre manos.
Estamos en Cuarte de Huerva, y corre el año 1997. “Lo tuve claro enseguida, si yo me quedaba al frente de esa fábrica, quería otro modelo muy distinto de empresa. Así que lo primero que hice fue decirle a mi padre que había que comprar maquinaria nueva y tomar una serie de decisiones más allá de la política que hasta entonces había llevado la compañía.
Con la dinámica que llevábamos en los últimos años no había otro futuro que la desaparición y yo, eso, no quería verlo». Su padre aceptó la petición y Amor, ayudada por el que más tarde sería su suegro, Jesús Moreno, analizó la situación, compró máquinaria moderna y se dedicó a mejorar los procesos productivos.
La situación, poco a poco empezó a cambiar. La calidad de las estanterías mejoró, pero seguía faltando una política comercial que, por otra parte, la empresa nunca había tenido. En 2001 se produce uno de los hitos fundamentales para el definitivo despegue de la firma. Ibán Moreno -su marido- entra a trabajar en Simón en calidad de director comercial. Amor lo cuenta así: “En aquel momento ya estábamos preparados para fabricar una calidad aceptable y dar un buen servicio, pero nos faltaba configurar una política comercial que nos permitiera consolidar la empresa. Así que nos pusimos a buscar un director comercial. Ibán se dedicaba a esa actividad pero no se nos había ocurrido nunca trabajar juntos, nos daba miedo mezclar la vida laboral y la familiar. Pero como no encontrábamos el perfil que buscábamos, nos decidimos a dar el paso y probar».
La entrada de Ibán Moreno supone un cambio radical en Estanterías Simón. “Fue como pasar del negro al blanco». Crean Simon Rack para diferenciar la actividad fabril de la comercial, compran tres naves en el Polígono Malpica- Alfindén y empiezan a aplicar conceptos que cambian por completo la posición de la empresa en el mercado.
“Nuestra visión -cuenta Amor- es ocupar un puesto de liderazgo en ferreterías, establecimientos de bricolaje y suministros industriales. Nuestra misión consiste en aportar negocio a nuestros clientes a través de las estanterías». Con todo, la empresa aumenta sus ventas año tras año -en algunos las dobla-, la calidad mejora a ojos vista, se incorpora el asesoramiento al cliente como parte intrínseca del negocio y se personaliza el servicio con la idea de hacer más cómodo el trabajo del cliente y mejorar su rentabilidad.
Desde 2001 a 2007, el volumen de negocios de Estanterías Simón se ha cuadruplicado. Y el futuro se llama Alfamén, donde en el otoño de este mismo año, inaugurarán una nueva factoría en una parcela de 40.000 m² y la maquinaria más moderna, que les permitirá triplicar su capacidad productiva para seguir liderando el mercado español y profundizar en el de exportación, donde están haciendo ya unas más que prometedoras incursiones.
El incendio
Cuando la empresa ha cogido el ritmo y empiezan a ver el resultado de la filosofía de negocio aplicada y de todas las acciones emprendidas, el 7 de julio de 2003, a eso de las seis de la tarde, se declara un incendio en la cadena de pintura. Por la época del año y la hora, hay poca gente en la fábrica. Amor e Ibán están celebrando en ese momento, en casa, el segundo cumpleaños de su hijo. “La llamada telefónica fue como un mazazo». “Decidimos sobre la marcha dar vacaciones a los trabajadores y empezar cuanto antes las tareas de limpieza y rehabilitación de la fábrica que según los expertos se demorarían unos tres meses y así se lo hicimos saber a todos esa misma noche».
La sorpresa fue que al día siguiente, a las siete de la mañana, todos los trabajadores sin excepción se concentraron en la puerta de la fábrica incendiada esperando a que los peritos les dejasen entrar para empezar a limpiar. “Dos días después del fuego pudimos servir alguno de los pedidos más urgentes, algo inverosimil para quien viera el estado en que quedó la fábrica». Veinte días después, la fábrica estaba trabajando casi a pleno rendimiento. “Mientras tanto, proveedores y clientes nos mostraron una generosidad increible» -recuerda Amor-. Hay muchas anécdotas de aquellos días que merece la pena contar; por ejemplo, «los vecinos de la nave de al lado nos prestaron sus máquinas elevadoras para carga y descarga; un proveedor nos traía cada mañana bollería y café para que desayunaran los trabajadores de la fábrica, sin ningún coste; algunos clientes aumentaron el importe de sus pedidos para que pudiéramos recuperarnos; un cliente se metió en medio de todos los desechos para rescatar material válido para llevarse, mientras ayudaba a la limpieza de la planta».
Algo intrínsecamente malo se convirtió en positivo para todos. Amor recuerda cómo Ibán animaba a todos y decía que esto “nos va a hacer más fuertes» y cómo todos los empleados se unieron en una piña para salvar la empresa.
La familia
La familia es el eje sobre el que gira toda la vida de Amor Simón. Por la familia, por su padre, dejó su vocación para entrar en Estanterías Simón y luchó con denuedo para salvar una empresa que también otro familiar, su tío, dinamitaba desde dentro; por la familia, por sus hijos, hace encaje de bolillos para, sin abandonar sus responsabilidades en la empresa, llevarles y recogerles del colegio y dedicarles la mayoría de las tardes. Con Ibán, su marido, comparte también su tiempo en la empresa.
Sus padres le inculcaron los valores que animan toda su vida: “el esfuerzo, el respeto, la educación, el compañerismo, la bondad…». En su madre ha encontrado apoyo para el cuidado de sus hijos; en su suegro, asesoramiento en los momentos críticos de hacerse con los mandos en la empresa; en su padre, “la mejor persona que conozco», confianza y respaldo ante sus peticiones e iniciativas. “Muchas de las cosas que nos pasaron fue precisamente por ser tan bueno». Y en Ibán, todo. “Sin él no sería lo que soy ni estaría la empresa donde está. Él cambió el rumbo de la empresa y con él comparto todo en la vida». Por cierto, son vecinos desde niños. Se conocen desde los seis años. Y no empezaron siendo novios, pero la camaradería acabó convirtiéndose en amor. Y hasta ahora.
Actualmente, ella e Ibán están ayudando a otros familiares del sector de la posventa de automoción a sacar su empresa adelante. Dedican un par de tardes a la semana a implantar en la empresa la filosofía y la forma de trabajo de Estanterías Simón.
La mujer
Amor es una mujer guapa y dulce, pero sobre todo, es buena gente. Mira siempre a los ojos y transmite confianza y seguridad. Si no fuera así, no habría podido pilotar una nave que estaba a punto de irse a pique; si no fuera así, no contaría como cuenta con el afecto de todos sus colaboradores; si no fuera así, no estaría gestionando, como responsable de compras, 1.200 toneladas de material al año tratando con duros negociadores del sector siderúrgico.
Quien no la conozca podría pensar que se trata de una de esas ‘super woman’ que salen en las películas americanas y que se comporta como tal; pero, aunque se la podría asimilar a ese modelo, lo cierto es que la naturalidad con la que lleva sus responsabilidades empresariales y familiares cambia esa imagen de inmediato.
Ella lo explica afirmando que “siempre he tratado de rodearme de los mejores colaboradores. Todos saben de lo suyo mucho más que yo. Si además están comprometidos con la empresa, lo único que hay que hacer es saber delegar en ellos las diferentes responsabilidades y hacer un trabajo de coordinación. Hace seis meses creamos un Comité de Dirección formado por Ibán y cada uno de los jefes de departamento. Nos reunimos una vez al mes y tengo que decir que está siendo muy provechoso, que todo el mundo aporta ideas y que algunas ya se han puesto en marcha, con una mejora de resultados tangible».
Aunque al principo trabajaba en Simón todos los días de 12 a 14 horas, ha sabido ir dejando hueco para la familia. “Hemos pasado años muy duros, pero por salud mental, he sabido desconectar cuando salía por la puerta. Además, los hijos no tienen por qué pagar los malos rollos que pueda haber en la empresa». De todas formas no se queja, “se trata de organizar tu vida. Oigo los lamentos de mucha gente por la vida que lleva, pero ¿hacen algo por mejorarla?».
Ahora trabaja sólo por las mañanas, lo cual le permite ocuparse de sus dos hijos, pero sin merma de sus responsabilidades en la empresa. Utiliza y practica mucho la palabra respeto: “Yo tengo un caracter apacible y he sido y soy totalmente accesible para todo el mundo, antes cuando no era nadie y ahora que tengo un cargo y muchas responsabilidades. No entiendo y no soporto la falta de respeto a los demás, a los empleados, a los clientes, a los proveedores. Eso sí, creo que hay que mantener una pequeña distancia para salvaguardar la intimidad que las personas deseen tener. Son compatibles la cordialidad con el respeto y viceversa».
Sabe lo que es la capacidad de supe- ración del ser humano: “Hasta que no te encuentras en la situación concreta no sabes la capacidad que tienes de salir adelante, pero es siempre mucho más de lo que supones».
Ella lo pudo comprobar cuando sufrió de lleno el conflicto familiar en la empresa, “me ignoraban completamente, no me daban trabajo, me hacían de menos con los clientes…» o tras el incendio, “me tocó coordinar la reconstrucción de la fábrica. Parecía que estábamos perdidos y, sin embargo, salimos adelante. Por cierto, Ibán me empujó muchísimo. Él, que es optimista por naturaleza, nos animaba a todos y hacía la situación más llevadera».
Compromiso
Su compromiso empieza por los sesenta y ocho trabajadores de Estanterías Simón. Un personal que en los momentos difíciles le ha demostrado que está con ella y con la empresa. “Somos como una familia. Hay que tener en cuenta que una veintena larga sigue con nosotros desde el principio. Existe confianza mutua y, como consecuencia, un fantástico ambiente laboral». En una encuesta de hace unos meses, la nota de clima fue de 8,5 sobre 10. Una idea que Amor repite más de una vez en la entrevista, “si contribuyes a crear riqueza en la sociedad y te comprometes con ella, eso siempre te vuelve», es el corolario de los compromisos que, a través de Estanterías Simón, ella asume con su entorno. Por una parte, crearon dentro de la empresa un enclave ocupacional que empleaba a minusválidos psíquicos -cuatro chicos, con un tutor- con un 35% de minusvalía.
“Desde el principio habíamos colaborado con una fundación que atendía a esos chicos y fuimos la primera empresa de Aragón en desarrollar un proyecto de ese tipo». Uno de ellos fue luego contratado directamente por la empresa y sólo cuando su familia lo decidió dejó de trabajar en Simón. También colaboran con Aldeas Infantiles.
Amor se muestra totalmente de acuerdo con la responsabilidad social de las empresas y lo aplica con rigor. Ese compromiso también incluye el medio ambiente y tendrá su reflejo en la fábrica de Alfamén, donde van a aplicar el concepto ‘Vertidos Cero’. “Nuestra actividad -dice Amor- consume mucha agua y genera una serie de resíduos químicos que son tóxicos y que se acumulan en cubas. En la nueva fábrica vamos a establecer un sistema que reduce al mínimo esos resíduos».
Juan Manuel Fernández, editor de Ferronoticias