José Carrasco López
(1957)
Cargo:
Director general de Fersay, S.A.
Lugar de nacimiento:
Alcoy (Alicante)
Los otros finalistas:
Olegario Súarez
José Farrés
«Si ven que eres el primero en entrar y el último en salir, si haces cosas extraordinarias por los clientes, si inviertes en naves y mantienes un stock importante, si has aguantado al personal en los tiempos más duros, si les das formación continuamente, eso acaba haciendo tilín en las personas, les toca en el corazón».
José Carrasco se encuentra enfrascado en la promoción de Azelera, un proyecto de formación para pymes que tenía en la cabeza desde hace años y que, ahora, gracias a unas cuantas coincidencias, ha podido poner en marcha.
Consciente de las dificultades de las pequeñas empresas para detraer horas de trabajo para la formación de sus trabajadores o del propio empresario, José ha puesto en marcha una serie de jornadas abiertas y gratuitas en las que, junto con otros dos profesionales, trata de mejorar sus conocimientos y su capacitación profesional. Empresario hecho a sí mismo, su trayectoria vital está marcada por su afán de mejorar cada día y de transmitir a sus empleados los valores que siempre le han acompañado.
Nace José en Alcoy, una industriosa localidad alicantina del interior de la provincia–famosa en el mundo por sus fiestas de moros y cristianos- en 1957. Va a cumplir 58 años. Sus padres, de condición humilde y trabajadora, deciden emigrar a principios de los años sesenta a Francia. “Yo tenía 3 años. Mi padre era mecánico de automóviles y encontró trabajo en una fábrica de camiones. Por la noche cantaba en una orquesta para completar el sueldo y todavía hoy el jefe de aquella orquesta se interesa por cómo le va la vida. Cuando volvemos a España siete años después, yo era una persona muy hecha, con una educación de la escuela pública francesa que era muchísimo mejor que la que se daba aquí en aquellos años sesenta. Para mí fue un shock tremendo”. Después de vivir en casa de unos familiares de la madre, cuando José tiene 11 años, se trasladan a Alcalá de Henares, donde su madre abre una pequeña droguería perfumería y su padre encuentra trabajo como chófer de una ambulancia.
José estudia en el colegio Minerva, donde conoce a su amigo y actual socio Juan Carlos Casanova. “Hicimos juntos el bachillerato, luego él fue a la universidad a estudiar ingeniería de telecomunicaciones y yo me puse a trabajar enseguida con lo cual solo podía estudiar por la noche en el único sitio que entonces se podía, la Cámara de Comercio de Madrid. Primero contabilidad, porque trabajaba en la empresa como administrativo. Más tarde, en Alcalá, marketing y dirección de empresas”. En Claribox –empresa del sector de la electrónica- entra cuando le faltan dos meses para cumplir los quince años. Primero como recadero, luego como administrativo y, con 22 años, como jefe de contabilidad.
Cuando su amigo y socio Juan Carlos, ya ingeniero-, le propone meterse en algún proyecto conjunto y coincide con que la empresa de José empieza a tener problemas de sucesión, deciden crear SOEL, empresa de soluciones electrónicas que se dedica a reparar aparatos y vender algunos componentes. Durante dos años mantiene su puesto de contable y trabaja por la tarde en su proyecto vendiendo piezas en los talleres más próximos de Alcalá y alrededores. Pocos meses antes de cerrar, deja Claribox y empieza a viajar fuera de Madrid como vendedor de piezas y componentes de aparatos electrónicos.
“Los primeros cinco años, cuenta, fueron muy duros. No cobrábamos un duro. A mi socio le ayudaban sus padres y yo me ayudaba a mí mismo. Hay quien dice que empieza de cero; nosotros empezamos de menos el dinero que habíamos pedido al banco para iniciar la empresa. La única ayuda que recibí fue que mis padres me alquilaron el local que fue droguería de mi madre a un precio más bajo que el del mercado. Mi socio y yo estuvimos 13 años sin vacaciones ya que como teníamos tan pocos empleados no podíamos permitírnoslas si queríamos seguir dando un buen servicio a la clientela”.
El local era muy pequeño y tuvieron que alquilar otro al otro lado de Alcalá, separando reparación y venta hasta que, en 1987, inauguran un local de 220 metros donde reúnen de nuevo ambas actividades. “Teníamos cada vez más clientes que nos compraban y vimos que no podíamos seguir en dos frentes, así que dejamos la reparación y optamos por la venta. Empezamos a distribuir marcas extranjeras, sobre todo una alemana que era líder entonces , lo cual nos permitió empezar a exportar a Portugal y a Francia.
Fersay
SOEL, la primera sociedad, siguió viva hasta 2004, pero es en 1994 cuando crean Fersay, que antes se había llamado ETCO (Electronic Trading Company), nombre que eligieron porque sonaba bien para exportar. Dos años antes habían adquirido un local en Villalbilla, cerca de Alcalá, en el Polígono Los Hueros, al que se trasladan en el mismo 1994. Desde entonces han ido poco a poco comprando locales anexos, hasta ocupar una buena parte del Polígono y convertirse en la empresa más grande de la zona. Mientras, en 1998, crean SOEL Alicante, que sigue funcionando todavía hoy, con cinco empleados en plantilla. Fersay supone el paso de la venta al detall a la venta al mayor y la aperura del camino de la exportación que, en 2014, supone el 20% de la facturación total. El grupo tiene hoy 47 trabajadores en Fersay, 5 en Alicante y 5 más en Tenerife. Vende repuestos y accesorios de electrodomésticos, PAE, consumibles de limpieza y mantenimiento, telemandos y soportes para tv y otros, conexiones y conectores, lámparas y diversos aparatos para cocinar hasta totalizar un catálogo con más 140.000 referencias. “Y tenemos una nómina milenaria de clientes en los sectores de electrodomésticos, ferretería y bricolaje, grandes empresas, etc muchos de los cuales trabajan con nosotros desde hace 30 años” añade José.
“A lo largo de nuestra trayectoria hemos tenido que evolucionar para no quedarnos fuera del mercado. Primero reparando aparatos y vendiendo piezas y componentes de electrónica; más tarde repuestos y accesorios de electrodomésticos; luego PAE, menaje, electricidad, etc. y además convirtiéndonos en empresa de servicios que, por ejemplo, sin ser una empresa logística hacemos una logística de primera; o gestionamos las devoluciones de los fabricantes por problemas de averías o defectos”.
En la actualidad, Fersay es una empresa que da soluciones al sector, tanto a las grandes empresas como al consumidor final. “Almacenamos y mantenemos un gran stock, tenemos una logística magnífica y contribuimos a que el consumidor esté contento porque no tiene que esperar la reparación de su aparato por falta de piezas. Nuestro proyecto de franquicias –añade- quiere hacer ver al público que es fácil conseguir las piezas que necesita y que son relativamente baratas”.
Formación
Como todo empresario hecho a sí mismo, José Carrasco ha compatibilizado el duro trabajo diario con un afán de aprender encomiable. Al empezar a trabajar tan joven, tuvo que formarse por la noche, detrayendo horas al sueño y aprovechando los pocos momentos de ocio. “A la Cámara de Comercio le debo mucho porque solo allí se podía estudiar por la noche. Cuando vi que la contabilidad no me acababa de llenar porque me limitaba a ser registrador de cosas que ya habían pasado y sobre las que yo no había podido influir, decidí estudiar marketing. Siempre me ha gustado hablar con la gente, cambiar puntos de vista, vender productos, ideas, proyectos… Cuando empecé a salir a la calle a vender piezas y componentes por todos los rincones de España me di cuenta de la riqueza de una actividad que te permitía conocer a personas, con alguna de las cuales he trabado amistades que duran décadas; también de la importancia y del valor que aportan los comerciales a las empresas como cara visible que son, y que detrás de las empresas hay personas, que no se atascan o fracasan las empresas sino las personas que las componen, que las hacen crecer o las destruyen”.
Después del marketing, la dirección de empresas y, por último, la dirección de recursos humanos, que se puede decir que es la que más le ha llenado porque aunque ha sido la que más le ha costado aprender es la que más satisfacciones le ha dado. “También los mayores fracasos –cuenta- como cuando no conseguí integrar a mi hermano pequeño en la empresa”.
Y, en los últimos tiempos, el proyecto de formación Azelera, por el que empezaba esta semblanza, y en el que tiene puesta una gran ilusión. “Las pymes necesitan que sus empleados estén formados para poder competir con otras compañías más grandes y poderosas. Empezando por el empresario, todos los integrantes de las pymes tienen que ser capaces de aportar valor a la empresa. Tenemos que ser capaces de entender la fuerza que tiene la inteligencia colectiva, la suma de la inteligencia de todos los miembros de la empresa que, además, tienen que estar orgullosos de trabajar en ella”. Muy gráficamente, José dice que no solo quiere el cuerpo de sus empleados, quiere su cerebro, sus ideas, su ilusión, su talento en definitiva. “Yo he despedido a gente que nunca dice nada ni aporta nada. En 6 meses, si no has dado una idea puede que no pase nada, pero si en un año no lo has hecho, para qué te queremos. La empresa debe dar herramientas para mejorar, formación; pero, si no quieres, fuera. Los empresarios contratamos por el supuesto talento y despedimos por el talante”.
La formación también se extiende fuera de la empresa, “a los técnicos que deben reparar los electrodomésticos llevamos formándoles desde 1990. No nos interesa que por una mala reparación nuestra pieza quede en entredicho”.
Ser empresario
“En mi familia -cuenta José- no había tradición empresarial, así que cuando les dije a mis padres que iba a montar una empresa me dijeron de todo menos bonito. Toda la familia estaba en contra de mi iniciativa. Sin embargo decidí seguir mi camino”. Este recuerdo le sirve como muletilla para hacer una recomendación a los jóvenes emprendedores: “Siempre les digo a los jóvenes que tienen un proyecto en la cabeza que lo pongan en marcha porque si no se arrepentirán toda su vida, aunque deben estar preparados a que les llamen de todo y a encontrar barreras y obstáculos por todas partes. En este país, acaban encontrando formas de hacerte daño si eres un emprendedor: que si has pisado a tal o a cual, que si has abandonado a tu familia, que si eres un negrero…”
“Ser empresario en España es casi una heroicidad. Yo todavía, en ambientes que no conozco, me autocalifico como autónomo; me da casi vergüenza decir que tengo una empresa con cincuenta personas. De las administraciones públicas solo puedes esperar incomprensión, cuando no desprecio; de tu entorno, sospechas de si no serás un empresario defraudador y explotador, además de envidias y reproches; tu propia gente te trata a veces de visionario y de no tener los pies en el suelo”. Y recuerda una anécdota de 1987, cuando a los cinco empleados que tenían entonces, recién inaugurado el local de Alcalá de Henares, les dijo que su visión era ser líderes en el sur de Europa, “Se miraron entre ellos como diciendo, ‘pero este no bebía, no?’. Es un momento que tengo grabado a fuego. Pensé que había ido demasiado lejos. Pero cuando empecé a traer pedidos de Portugal o del sur de Francia, en mis viajes comerciales, la visión empezó a tener sentido para ellos”.
“Los empresarios tenemos que ir con luces largas, no nos puede comer el día a día, no hay que ponerse límites ni acomodarse porque aunque nunca llegues al objetivo, irás avanzando y creciendo y mejorando”. Reconoce que es puntilloso y perfeccionista y que eso le crea problemas, pero “cuando el objetivo de la empresa es el servicio excelente, no basta ser bueno, hay que ser mejor, sorprender al cliente estando por encima de sus expectativas”. Y eso solo se consigue “con un alto nivel de exigencia personal –propia y de los empleados de la empresa-“.
Como empresario, José tiene claro que no se puede separar lo personal y lo profesional, “si eres malo en casa no puedes ser bueno en la empresa, y viceversa. Yo solo tengo un móvil –para lo personal y lo profesional- y mis colaboradores saben que estoy disponible en todo momento. Las personas tenemos que ser auténticas todo el día, no valen las poses ni las actuaciones porque se te acaba notando. La calidad humana lo impregna todo”.
Los principios
Por todos los rincones de Fersay aparecen los principios o valores que animan a la compañía. “Son los valores en los que nos basamos para ser excelentes: El compromiso, la ética, la humildad, la superación y la solidaridad”. Y en la aplicación de esos principios y valores, José se inclina por el ejemplo como la forma ideal para que sean aceptados por todos. “Yo no encargo a nadie algo que yo no estaría dispuesto a hacer. En Fersay hemos mantenido a lo largo de los años esa filosofía. Y la gente lo entiende y lo aprecia. Si ven que eres el primero en entrar y el último en salir, si haces cosas extraordinarias por los clientes, si inviertes en naves y mantienes un stock importante, si has aguantado al personal en los tiempos más duros, si les das formación continuamente, eso acaba haciendo tilín en las personas, les toca en el corazón”. Tanto es así que el 70% del personal lleva más de 10 años trabajando en la empresa. “Los empresarios, sobre todo los pequeños, tenemos que ser capaces de aprovechar el potencial de las personas, saber retener el talento promoviendo sus capacidades dentro de la empresa o, si se tercia, creando nuevos negocios con ellas, trabajando conjuntamente. Mi filosofía es conseguir empleados que alcancen la excelencia, que sean mejores que yo. Y cuando lo consigo es un motivo de orgullo”.
Cuando cumplió 17 años, José Carrasco empezó a interesarse vivamente por la cultura en general y por la literatura en particular. Y empezó a escribir, “poesía, cartas de amor y esas cosas, algún cuento”. Cuando ya tenía suficiente experiencia como empresario, empezó a escribir de temas empresariales, de marketing, de recursos humanos, de management. Desde hace años escribe mensualmente artículos que se difunden a clientes y otros pequeños empresarios a través del correo electrónico, o publicados en revistas profesionales. “Me desahogo escribiendo, sacando la rabia por lo poco que se ocupan de las pymes en este país. Comparto mis reflexiones personales en voz alta y si con ello puedo ayudar a alguien, me siento recompensado”. También comparte sus principios y sus valores. Y dice que aprende mucho cuando recibe comentarios sobre lo que escribe. Participa desde sus comienzos en asociaciones empresariales como APD (Asociación por el Progreso de la Dirección), EDIPE (Asociación de empresarios del Henares), etc. y “contribuimos modestamente en la concienciación del pequeño empresario y le animamos a que salga, lea, se forme y esté al tanto de lo que pasa en el mercado y en el mundo”.
La familia
Se casó muy joven porque llevaba saliendo con la que es su mujer desde los 17 años. “Conseguí sacar a mi mujer de su trabajo, donde ganaba mucho dinero y estaba a gusto, para venirse a trabajar conmigo y no cobrar nada”. Es socia fundadora de la empresa y estuvo trabajando en ella durante 15 años, hasta que sufrieron un grave accidente de automóvil en el que ella que estuvo a punto de morir. “Esto nos marcó. Sufrió muchas intervenciones quirúrgicas, pero como es muy fuerte se fue recuperando. Entonces ya teníamos a mi hija Noelia, pero no pudimos tener más hijos.”
Sus padres, sus hermanos –mi hermana es la que tiene el carácter, mi hermano y yo somos más tímidos, más apacibles-, su mujer, su hija, son su red de seguridad. En la empresa trabaja un cuñado, una sobrina y Noelia. “He tenido otros familiares que por diversas circunstancias no han cuajado, mi hermano pequeño, por ejemplo, pero igual que otros empleados no familiares que tampoco lo han hecho. El que rechaza que familiares entren en la empresa se equivoca porque puede desperdiciar su talento. Lo importante es que estén preparados y comprometidos, no que sean o no familiares”.
Es un orgullo contar con su hija, que dejó de estudiar muy pronto y entró en la empresa limpiando y atendiendo a los clientes en un mostrador. “Poco a poco se fue formando y hoy –es un orgullo- dirige el departamento de marketing y es uno de los pilares de Fersay”. Y se le saltan las lágrimas cuando habla de sus dos nietos, de 1 y 4 años, “con los que disfruto muchísimo. Me tocan la fibra, nos emocionan a mi mujer y a mí. Tienen ocurrencias que te hacen pensar. Los abuelos tratamos de echar una manita a los padres en su educación en valores”.
Y acaba reconociendo que “compatibilizar una actividad tan frenética con la familia es muy difícil. La exigencia es tan grande que hay momentos que lo pasas fatal. Cuando vendía en la calle, salía el domingo por la tarde para dormir ya en la localidad en la que iba a visitar el lunes al primer cliente y volvía el sábado por la tarde, aprovechando para visitar al último antes de las dos, que era cuando cerraban entonces. Es la parte más dura. Por eso siempre he exigido el máximo respeto a los comerciales de la empresa, que tienen un trabajo muy duro”.