Juan José Aurtenetxea
(1940)
Cargo:
Fundador de Aurtenetxea, S.A.
Lugar de nacimiento:
Bilbao
Los otros finalistas:
«De todo se aprende, de los fracasos, de la enfermedad, de cualquier persona, de la calle. Yo no paro de aprender».
Ser bilbaíno y del Atleti imprime carácter. Juan José Aurtenetxea es un buen ejemplo de ello. Con 78 años a sus espaldas –nació en Bilbao el 2 de marzo de 1939– mantiene una envidiable vitalidad y acude puntualmente a la empresa cada día. Dice que “si me quitan esto, me muero al día siguiente”.
De familia modesta, estudió en el colegio Santiago Apóstol y cursó estudios superiores de profesor mercantil en la Escuela de Comercio de Bilbao. Enseguida empezó a trabajar como pinche, empleo que compatibilizaba con los estudios. Recuerda que su primer sueldo “fue de 1.000 pesetas, 6 euros de los de hoy, que entregué íntegros a mi madre, que era quien administraba la casa”.
Estudiaba poco, le gustaba más estar con los amigos, aunque “en cuarto de peritos me lo tomé en serio y me di una pechada a estudiar”.
Primeros pasos
La empresa en la que empezó a trabajar, Central de Maquinaria y Herramientas, “era de un tío segundo mío. Trabajaba por las mañanas y, por la tarde, iba a la escuela. En esa empresa aprendí las claves de la industria y adquirí experiencia en el conocimiento de las máquinas, herramientas, accesorios y útiles industriales, pero, en cuanto pude eché a volar”. Después de acabar la carrera tuvo que ir a la mili, “18 meses, en Melilla. Una pérdida de tiempo increíble” y, a la vuelta, se puso por su cuenta.
Siempre quiso tener su propia empresa. Cuando trabajaba con su tío desarrolló un proyecto que cristalizó en una patente para la industria naval y fundó la compañía Electro-Navales R.Y.A –Ramonet, Aurtenetxea y Cía– y empezaron a fabricar enchufes, interruptores y portillos para barcos. “Como éramos muy listos, nos dedicábamos a comprar material japonés que montábamos y vendíamos en la zona. Pero la tecnología cambió, se acabó la incandescencia y empezó la fluorescencia, no supimos adaptarnos y tuvimos que cerrar”.
En 1963 crea lo que será su proyecto vital, Suministros Aurtenetxea. “Primero era yo solo, luego empezaron a ayudarme mi madre, mi hermana, mi padre, todos echaban una mano en la pequeña oficinita que había cogido para montar la empresa”. Antes, había llegado a la conclusión que lo que hacía en la empresa de su tío podía hacerlo el por su cuenta. “Como no tenía gastos y toda la familia colaboraba fuimos saliendo adelante”. Tenía entonces 23 años.
Compraba a los fabricantes y vendía a los usuarios industriales. “Poco a poco fuimos creciendo y llegó el momento de montar una sociedad anónima. Empezamos con dos personas, luego 4, 6, 8… En los mejores años llegamos a ser más de 50 personas”.
La familia
Juan José Aurtenetxea ha sido precoz en todo. En montar una empresa, en casarse, en tener hijos. “Me casé muy joven con mi novia, María Luisa, en 1966, por lo que llevamos 51 años casados. Mis hijos también vinieron pronto: primero Gonzalo, luego Julen y por fin, Marisa, la niña. Y ya tengo 6 nietos.
Su padre trabajaba en la industria, “pero nada que ver con el tema comercial. Mi padre trabajaba mucho y un día, trabajando, se murió. Yo, en eso, creo que soy igual que él. Si dejo de trabajar no sabría qué hacer”.
La familia y el trabajo, el trabajo y la familia, son sus dos amores. Además de sus hijos, también ha hecho negocios con su cuñado, “montamos una empresa de plásticos y lo perdimos todo”. Los hijos los ha tenido siempre alrededor. Gonzalo, el mayor, que estudió administración de empresas, no trabaja en la empresa, pero en los ochenta montaron juntos una empresa de antigüedades. “Mi hijo es un apasionado del arte, estudió en Estados Unidos y habla inglés y francés perfectamente. Compramos a un anticuario de Vitoria un montón de obras antiguas y montamos una galería en Bilbao. Después de un año nos dimos cuenta que aquello no funcionaba y nos salió una oportunidad en Madrid, en el barrio de Salamanca para comprar un local a la familia Luca de Tena”. Hace como 25 años de aquello y durante un tiempo les salió bien. “Nos especializamos en el siglo XVIII francés y nos inflamos a vender obras a toda la jet madrileña: los Abellón, las Koplowitz, etc. Luego, vino la época del minimalismo y nos dimos cuenta que los jóvenes no estaban interesados por las antigüedades. Alquilamos el local y mi hijo trabaja ahora desde su casa. Y tenemos un montón de material que ahora no vale nada”.
Julen y Marisa sí trabajan en Aurtenetxea. “Julen es el líder, una máquina, tiene una vitalidad impresionante, es el gerente de la empresa. No quiso estudiar, pero sabe de todo. Con 17 años ya dirigía la sociedad de contenedores que tenemos. Es el que más se parece a mí. Y Marisa, la pequeña, es licenciada en filología inglesa y es la responsable del departamento de calidad”.
Nos llevamos todos muy bien, los hijos, la hermana, el sobrino, todos formamos una familia muy unida.
Emprendedor
Su hija Marisa nos da una idea del gen emprendedor de su padre: “Mi madre cuenta siempre que cuando conoció a mi padre, este le dijo que tenía como meta que antes de que naciera su primer hijo, él tenía que ser empresario”. Y vaya si lo cumplió. Primero Electro-Navales R.Y.A, luego Aurtenetxea, más tarde Aurtenetxea Containers, dedicada a la venta y alquiler de contenedores marítimos, y “Sendeja –se ríe– una patrimonial sin patrimonio”; la empresa de plásticos que creó para su cuñado, la de arte con su hijo. Y dos empresas emblemáticas en las que ya no participa, pero de las que fue fundador. “Primero fue Aginco, cuenta –con Paco Caldevilla y José Miguel Espizua–. Ahí fuimos creciendo bien, pero en un momento determinado yo vendí mi parte a Paco y los dos salimos contentos del acuerdo. Y también, Aside, con Espizua, que ahora es la organización más grande de suministros industriales del país.
Por si fuera poco, en una ocasión tuvo la oportunidad de comprar un terreno en La Rioja y no se lo pensó: 30 hectáreas de buena tierra en las que plantó 7.000 olivos “que me dan un aceite magnífico, y unos 500 almendros”. También se embarcó en la construcción de un truja (división para depositar la aceituna) “con otros 17 del pueblo, que es lo más rentable. Los olivos y los almendros dan poco, pero están ahí y son para siempre”.
Aurtenetxea, S.A.
Desde 1963, Suministros Aurtenetxea ha ocupado la vida de Juan José. Dedicada al suministro integral de maquinaria, herramientas, útiles, accesorios, etc., para la industria en general, automoción, construcción civil y obras públicas, la empresa ha pasado por diferentes etapas, unas de crecimiento, otras de penalidades. En 1983, las recordadas inundaciones del casco viejo de Bilbao, donde radicaba la empresa, estuvieron a punto de llevársela por delante. “Se nos llenó todo de agua. Durante bastante tiempo estuvimos sacando material. Lo llevábamos a Begoña, donde teníamos un almacén y allí lo secábamos y limpiábamos para venderlo inmediatamente”. De aquel desastre aprendió “que todo tiene solución, menos la muerte”.
A consecuencia del crecimiento de la sociedad, adquirieron unas naves en Sondika –dos de las cuales contienen la actual Aurtenetxea–. “Crecíamos y crecíamos. Vendíamos muchísimo y la plantilla aumentaba rápidamente. Llegamos a ser más de 50”.
La filosofía de trabajo es dar el mejor servicio al cliente, trabajando con buenas marcas. “A mí me gusta trabajar con los mejores: Izar, Bellota, Bosch, Caballito, Fein, Panter, Bahco… Las que te dan seguridad y garantía. Nunca he querido utilizar marcas de segunda, a no ser que específicamente me las pida el cliente y no se deje convencer de nuestras recomendaciones. Al final no te dan más que problemas. Hace poco, un cliente se empeñó en que le vendiéramos una máquina de una marca determinada que nosotros habitualmente no vendemos y que le desaconsejamos. Se la trajimos y a los dos meses se le estropeó. Lo tengo claro, hay que vender lo que es de garantía, porque esto te coloca como un proveedor de confianza”.
Y llegó la crisis. “Fue brutal. Perdimos dinero a manta. Yo no quería reducir plantilla y aguantamos todo lo que pudimos, pero unos asesores me convencieron de que si no nos redimensionábamos, no podríamos sobrevivir. Tuvimos que reducir la plantilla a menos de la mitad, recortar los gastos hasta lo impensable, suscribir pólizas de crédito con los bancos –que nunca habíamos tenido antes–, hipotecar todo…”
Gracias a eso la empresa pudo sobrevivir, aunque arrastran una deuda importante que van pagando cumpliendo los plazos. “Ahora la empresa es del banco. Pero la crisis nos ha enseñado muchas cosas. Antes los clientes venían a nosotros. Ahora hay que ir a buscarles al fin del mundo. Nos hemos espabilado y encontrado nichos de negocio interesantes, la exportación, colaboraciones con los fabricantes, etc”.
“Estamos ilusionados porque las cosas van mejor. Desde siempre hemos estado a la vanguardia: tuvimos los primeros ordenadores, uno de los primeros faxes, nos empeñamos en cumplir las normas ISO medioambientales antes que nadie. Ahora estamos cambiando todo el sistema informático para ser más eficientes y dar mejor servicio. Y aunque nos hemos llevado algún chasco por ser pioneros, el saldo es muy positivo”.
Está orgulloso de dar tres o cuatro vueltas al almacén al año, de tener un muy buen equipo de compras y unos vendedores que saben atender al cliente “aunque a veces se pasan y se ponen tan de su lado que perjudican a la empresa”.
Optimista e inquieto
Vital y curioso, Juan José Aurtenetxea es un optimista nato. Hasta en los peores momentos ve el lado bueno de las cosas. Un cáncer de vejiga le puso en un brete hace unos años. “Yo fumaba como un condenado, tres paquetes diarios. Y un día, estando en París con mi hijo y un socio de la empresa de arte empecé a orinar rojo. “Yo pensaba que podía ser del vino que había bebido en la comida, qué ingenuo era. Me hicieron pruebas y me detectaron unos pólipos malignos que tuve que tratarme durante cinco años, hasta que afortunadamente me dieron el alta definitiva. Dejé de fumar radical. Y ahora me encuentro fenomenal”.
Su curiosidad, buscando oportunidades, y las ganas de aprender y “de meterme en todos los líos” le llevó a crear Aurtenetxea Containers, de venta y alquiler de contenedores. Durante un tiempo el negocio fue muy bien, hasta abrieron una delegación en Mallorca. “Pero luego el mercado cambió y los contenedores que alquilábamos a 25.000 pesetas no podíamos colocarlos ni por 50 €. Así que nos reinventamos y llevamos un tiempo convirtiendo contenedores marítimos en otras cosas: casetas de feria, salas de exposiciones, cuadras para caballos, pequeñas viviendas, oficinas de información. Hacemos virguerías y estamos contentos con los resultados”.
“Reinventarse o morir, no hay alternativa. Buscar oportunidades en cualquier sitio y hacer las cosas bien, buscando la rentabilidad en los pequeños detalles. Y no perder las ganas de aprender y de mejorar. Esas son las recetas que nos aplicamos”.
Lleva mal la incompetencia, que la gente –de dentro de casa y de fuera– no asuma sus responsabilidades, que los clientes le quieran tomar el pelo; no soporta a los mentirosos, a los prepotentes ni a los que van dándoselas de lo que no son. “A estas alturas voy directo a las cosas, no me gustan las mandangas ni las pérdidas de tiempo. Y me encanta tratar con profesionales de los que pueda aprender. Y tengo que decir que en el sector hay gente extraordinaria, aunque ya voy conociendo a pocos. Recuerdo con cariño a José Luis López, a Jaime Farell, a Ramón Pajares, a Paco Caldevilla, a José Miguel Espizua, a Pascal y a tantos otros
Mecenas
Inquieto y comprometido con su entorno, a lo largo de los años, Juan José Aurtenetxea ha patrocinado múltiples iniciativas: ha sido patrono de la Fundación Athletic Club, de la trainera de remo Arcote, de Plencia; socio del Guggenheim, del Museo de Bellas Artes de Bilbao, fundador del Museo marítimo de Bilbao.
“Hoy solo estamos en la Fundación del Atleti, lo demás lo tuvimos que dejar. Cuando nos azotó la crisis nos vimos obligados a abandonar el resto. Todo el dinero era poco para tapar las vías de agua del negocio. No tuvimos más remedio que apretarnos el cinturón para sobrevivir”.
En reconocimiento a su compromiso empresarial, ha recibido, entre otros, el premio Korta, –en recuerdo de José María Korta, empresario y presidente de la patronal vasca Adegui, asesinado por ETA– entregado, en 2010, por el lehendakari Patxi López, en su décima edición. “Me hizo mucha ilusión porque reconoce, como el Txema Elorza, valores más que éxitos”.